por Kenjy Alcas
En un escenario ideal, el acceso a eventos culturales, deportivos y de entretenimiento sería considerado un derecho universal, sin importar las diversas discapacidades de las personas. Sin embargo, la realidad de hoy en día está lejos de este ideal, sobre todo cuando hablamos de personas con movilidad reducida y los obstáculos que nos encontramos a la hora de intentar conseguir entradas para dichos eventos. En este artículo, hablamos de la poca empatía y de la verdad de los precios de las entradas y las dificultades para adquirirlas.
Es fundamental entender que los desafíos surgen antes, incluso, de realizar la transacción económica. La búsqueda de información sobre las entradas de los eventos y la poca accesibilidad de algunas páginas web de eventos, suele convertirse en una tarea difícil. La falta de información clara y la escasez de detalles concretos hacen necesario realizar más llamadas telefónicas, donde algunas personas ni siquiera pueden realizarlas de manera autónoma, ya que tienen limitaciones a la hora de comunicarse de manera oral o de enviar correos electrónicos. Esto aumenta la carga mental, daña la autoestima y fomenta el estrés ya que tienen que buscar a una tercera persona que realice algo que podrían hacer por ellos mismos, si en este sistema se invirtiera realmente en la igualdad de los derechos de las personas con discapacidad.
Una vez se ha superado la barrera informativa, que te cojan la llamada y que haya entradas, surge otro desafío: el económico. Algunos lugares y organizaciones de eventos realizan esfuerzos loables al ofrecer descuentos para personas con movilidad reducida con un acompañante. Sin embargo, esta práctica no se ha generalizado. Además, la limitada disponibilidad de espacios reservados en los recintos genera una fuerte competencia por estos boletos, lo que a menudo deja a muchas personas sin la posibilidad de asistir.
Otro aspecto para considerar es la diversidad en la aplicación de políticas de accesibilidad. Mientras que algunos lugares destacan por su excelente accesibilidad, la mayoría parecen olvidar las necesidades básicas de este grupo de personas. Esta situación no solo impacta la experiencia en el evento, sino también la dignidad de las personas, quienes merecen disfrutar de su tiempo libre y aficiones como cualquier otra persona sin discapacidad, y no se dan cuenta de que esta experiencia solo hace recordar los límites que pone la sociedad.
El llamado a la acción es claro. Es crucial que los organizadores, recintos, ayuntamientos y entidades gubernamentales colaboren e inviertan en un bien común que es mejorar la accesibilidad, tanto en términos de información como en costos y disponibilidad de entradas,que en resumen es dar garantizar que tengamos el mismo derecho a disfrutar y a no tener que depender de nadie. Esto implica implementar sistemas de reserva más inclusivos que garanticen una asignación equitativa de espacios accesibles a precios justos.
La cultura, el deporte y el entretenimiento enriquecen nuestras vidas al brindar momentos de felicidad, motivación y conexión. Privar a las personas con discapacidad de acceso equitativo a estas experiencias no solo les falta el respeto, sino que también representa una pérdida para toda la sociedad. La inclusión debería ser la regla, no la excepción. Necesitamos en las instituciones gente con empatía, que se comprometa de corazón a luchar por la igualdad, gente que sepa las barreras que se encuentran cada día las personas con movilidad reducida. Solo así convertirán la accesibilidad de los
eventos en algo real para todos.
Es importante que tanto el sistema como los que estamos en él caminemos hacia una misma meta: QUE TODOS PODAMOS DISFRUTAR SIN IMPORTAR LAS CAPACIDADES DE LA PERSONA, TODOS TENEMOS EL MISMO DERECHO A SENTIR Y DISFRUTAR LA CULTURA.