por Sebastián Carmona
Hola, me llamo Sebastián y tengo parálisis cerebral.
Quiero contarte cómo me sentí y las conclusiones a las que llegué después de asistir a la realización de un estudio sobre la realidad de las personas LGTBIQ+ con discapacidad en España, impulsado por el Ministerio de Igualdad con la participación del equipo Tangente.
Durante la jornada, nos dividieron en grupos de trabajo y nos plantearon diversas preguntas sobre nuestra realidad como personas LGTBIQ+ con discapacidad. Tuvimos que contestar a esas preguntas, primero de forma individual dentro de los grupos de trabajo y luego presentar una respuesta común, en la que todo el grupo de trabajo estuviese de acuerdo.
Fue una sensación agridulce. Por un lado, me alegró ver que se contaba con personas que son de este colectivo, ya que en mi opinión es fundamental contar con ellos porque sabrán mejor que nadie qué necesidad o qué mejoras se requieren para mejorar de forma efectiva su situación.
Por otro lado, sentí que nuestro trabajo no iba a ser muy efectivo, no porque el estudio no fuera importante, sino porque creo que se debería garantizar que todas las personas con diversidad funcional pudieran acceder a la información y a los apoyos necesarios para poder descubrir y disfrutar de su sexualidad. Existen empresas que, además de vender juguetes sexuales, proporcionan educación sexual a través de redes sociales, todo ello desde una perspectiva que agrupa las distintas orientaciones sexuales e identidades de género. Sin embargo, estas empresas no tienen en cuenta la forma en que las personas con discapacidad vivimos nuestra sexualidad. Para que la educación sexual sea realmente inclusiva, es necesario que se nos considere a todas las personas. De lo contrario, a una persona con discapacidad le costará mucho más saber si pertenece al colectivo LGTBIQ+ y cuáles son sus necesidades. A nivel social, nos costará mucho responder y cubrir las necesidades de las personas con discapacidad en general, independientemente de su orientación sexual.