por Patricia Pimentel
Gracias a mi silla eléctrica, tengo la opción de moverme sola o acompañada, puesto que los bordillos están rebajados. Puedo pasear por el paseo marítimo y visitar el puerto. En la mayoría de los locales la entrada está a ras de suelo, y si hay escalón, ponen una rampa de madera, por lo que puedo entrar en cualquier local. También puedo incluso abrir la puerta del portal por mí misma, porque se abre con un sensor. Esto último puede parecer una trivialidad para algunos, pero para alguien en silla de ruedas es un logro significativo, puesto que en mi casa en Madrid no puedo salir sola. Por eso, disfruto enormemente la libertad que tengo aquí. Hablo a todo el mundo sobre El Campello, y quienes me conocen bien saben que este lugar es mi vida, mi paraíso perfecto.
Aquí he vivido algunos de mis mejores momentos junto a mi familia y mis amigos. En este lugar también he conocido el amor y, aunque he experimentado decepciones que me causaron mucho dolor, estas vivencias me ayudaron a madurar. En El Campello he cultivado amistades duraderas y también he hecho nuevos amigos. Cada julio regreso a El Campello. Cuando tengo un mal día en Madrid o en cualquier otro lugar, pensar en este rincón del mundo me hace sonreír. El Campello siempre me acompaña, tanto en mis días buenos como en los malos; es mi refugio perfecto.
Todo está a mano en El Campello, lo que me permite llevar una vida más o menos normal a pesar de la discapacidad. Lo que más me gusta es el respeto y la consideración que se tiene hacia las personas con discapacidades. Estas son las hermosas vivencias que siempre llevaré conmigo.