por Patricia Pimentel

 

Mi nombre es Patry Pimentel y tengo 38 años. Vivo con parálisis cerebral, una discapacidad física que me acompaña desde mi nacimiento. Hoy quiero hablaros del lugar en el que veraneo, porque es un destino turístico accesible para personas con movilidad reducida.
Desde que tengo memoria, he pasado mis veranos en El Campello, un pueblo de Alicante, con mi familia. Quiero compartir lo mucho que disfruto de la libertad que aquí encuentro, a pesar de mi discapacidad. La excelente accesibilidad de El Campello hace que desee que Madrid estuviera igual de bien preparado. Hay playas accesibles en las que las personas con movilidad reducida podemos bañarnos con el apoyo de anfibios (sillas para que nos metamos en el agua) y del personal de Cruz Roja. Yo puedo acceder tanto a playas accesibles como a aquellas que no lo son.

 

Gracias a mi silla eléctrica, tengo la opción de moverme sola o acompañada, puesto que los bordillos están rebajados. Puedo pasear por el paseo marítimo y visitar el puerto. En la mayoría de los locales la entrada está a ras de suelo, y si hay escalón, ponen una rampa de madera, por lo que puedo entrar en cualquier local. También puedo incluso abrir la puerta del portal por mí misma, porque se abre con un sensor. Esto último puede parecer una trivialidad para algunos, pero para alguien en silla de ruedas es un logro significativo, puesto que en mi casa en Madrid no puedo salir sola. Por eso, disfruto enormemente la libertad que tengo aquí. Hablo a todo el mundo sobre El Campello, y quienes me conocen bien saben que este lugar es mi vida, mi paraíso perfecto.

 

Aquí he vivido algunos de mis mejores momentos junto a mi familia y mis amigos. En este lugar también he conocido el amor y, aunque he experimentado decepciones que me causaron mucho dolor, estas vivencias me ayudaron a madurar. En El Campello he cultivado amistades duraderas y también he hecho nuevos amigos. Cada julio regreso a El Campello. Cuando tengo un mal día en Madrid o en cualquier otro lugar, pensar en este rincón del mundo me hace sonreír. El Campello siempre me acompaña, tanto en mis días buenos como en los malos; es mi refugio perfecto.

 

Todo está a mano en El Campello, lo que me permite llevar una vida más o menos normal a pesar de la discapacidad. Lo que más me gusta es el respeto y la consideración que se tiene hacia las personas con discapacidades. Estas son las hermosas vivencias que siempre llevaré conmigo.

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