EN MI ADN

Buffalo Kids: la película que no ganó el Goya, pero cambió la visión sobre la discapacidad

por Aitana Areste

 

Hola, queridos lectores, soy Aitana. ¿Cómo estáis después de tanto tiempo? Espero que no os hayáis olvidado de mí, porque hoy vengo con ganas de hablar de cine y de esas historias que no se llevan premios, pero dejan huella en la sociedad. Y sí, estoy hablando de Buffalo Kids: la película que no ganó el Goya, pero cambió la visión sobre la discapacidad.

Para seros absolutamente sincera, he de confesaros que, cuando anunciaron los Goya y Buffalo Kids no se llevó el cabezón, me quedé con una sensación agridulce. No creáis ni por asomo que se trata de una decepción, porque había otras propuestas excelentes y la competición estaba muy reñida, pero tenía mi favorita y esperaba verla con su más que merecido reconocimiento. Sin embargo, al pensarlo detenidamente, me di cuenta de que, más allá del reconocimiento oficial, lo verdaderamente importante es el impacto que deja en quienes la ven. Y en eso, esta película ya había ganado.  

Desde el momento en que supe que tenía como protagonista a un niño con parálisis cerebral, supe que no iba a ser una historia cualquiera. No es habitual ver personajes con discapacidad en el centro de la trama, y mucho menos cuando hablamos de una condición tan diversa, que puede afectar de manera diferente a cada persona. Pero lo que realmente me sorprendió fue que el argumento no gira en torno a la discapacidad de Nick, sino a su propio crecimiento, sus experiencias y, sobre todo, el vínculo tan especial que comparte con Tom y con Mary.

Nick es un niño con sus propias inquietudes y retos, y su mayor desafío no es su discapacidad, sino encontrar su lugar en el mundo. Aquí es donde entra Mary, quien, en lugar de verlo como alguien “especial”, lo acoge con total naturalidad. Su amistad es autentica, sin paternalismos y clichés, y demuestra que la inclusión real no necesita grandes acciones, sino simplemente la voluntad de tratar a cada persona como un igual. 

A lo largo de la historia, hay momentos que reflejan la realidad de muchas personas con parálisis cerebral u otras discapacidades, por el rechazo que Nick sufre por parte de unos posibles padres adoptivos. Esta escena, aunque impactante, muestra con crudeza los prejuicios que aún existen en la sociedad. Muchas veces, sin ni siquiera darles la oportunidad de demostrar quiénes son, las personas con discapacidad son “descartadas” bajo la suposición de que no podrán llevar una vida plena o que supondrán una carga. Sin embargo, Buffalo Kids también nos enseña que estos estereotipos pueden derrumbarse cuando ocurre un verdadero acercamiento.  

Desde su estreno, ha generado muchas preguntas en niños o adultos que, al ver a Nick, han querido saber más sobre la parálisis cerebral. En más de una ocasión me han preguntado “si es como la mía” o si “todas las personas con parálisis cerebral son así”. Esto me ha dado la oportunidad de explicarles que cada caso es único y que lo realmente importante es conocer a la persona antes que a su condición.  

No obstante, si hay algo que me ha resultado especialmente llamativo es cómo se aborda la accesibilidad. Tom, el hermano de Mary, inventa un mecanismo para que Nick pueda viajar con ellos por las vías ferroviarias para localizar su tren con rumbo a California, lo que simboliza el apoyo entre amigos y expone un mensaje subliminal: cuando el entorno es accesible, las barreras desaparecen. No se trata de favores ni de “ayudar” a las personas con discapacidad, sino de garantizar que todos tengan las mismas oportunidades con los apoyos necesarios.  

Me sentí muy identificada con Nick, cosa que no suele pasar con otros personajes con discapacidad en el cine. Muchas veces, cuando aparecen, se presentan desde una mirada externa, como si su historia estuviera contada desde la distancia o fuera simplemente un recurso narrativo que vende el discurso de superación. Pero Nick es distinto. Su historia no está construida desde la pena ni la motivación; simplemente existe, con sus propios matices e inquietudes. Y eso, para alguien como yo, significa mucho.  

Por todo esto, Buffalo Kids ha dejado un legado importante. Más allá de ser una película divertida, ha abierto de nuevo el debate sobre la representación de la discapacidad en el cine. Ha demostrado que los personajes con discapacidad pueden ser simplemente un niño con su propia historia, sus amigos y las aventuras que vive junto a ellos, como cualquier otro personaje bien construido. Además, aunque es un tema transversal, la película también invita a reflexionar sobre el racismo.

Así que sí, mi favorita no se llevo el Goya, pero su impacto va mucho más allá de una estatuilla. Buffalo Kids ha conseguido algo mucho más valioso: cambiar la forma de mirar que tienen las personas hacia la discapacidad, romper estereotipos y hacer que más de uno y una se cuestione sus prejuicios. Si una película consigue generar conversaciones, despertar conciencias y hacernos reflexionar sobre mundo en el que vivimos, entonces ya ha ganado el premio más importante para todos.

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